La trascendencia de ser AMLO, parte 1: el radicalismo moral
El impacto del Obradorismo en la política mexicana
Cuando en el año 2006, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) pronunció la frase “por el bien de todos, primero los pobres”, inició una narrativa que desplazaría el discurso neoliberal y globalista en cuanto a cómo la ciudadanía mexicana entiende, evalúa y se identifica con la política.
Hasta ese momento, el discurso predominante, la criminalización de la pobreza, promovía la idea de que el individuo es el único responsable de su éxito o fracaso. Sin embargo, AMLO confrontaría este individualismo neoliberal y una clase política con un profundo desprecio por la clase obrera, con el colectivismo; lo social por encima de lo económico, el yo versus el nosotros.
Es importante destacar que el Obradorismo no es una ideología, sino un sistema moral inspirado en la izquierda clásica y centrado en la colectividad. AMLO logró articular los sentimientos de frustración e impotencia generados por el sistema neoliberal en un sistema maniqueo de valores categorizados en el bien y el mal; el bien siendo todo lo que beneficia al pueblo y el mal todo lo que le resta.
Al elevar su discurso al terreno de la deontología, AMLO evita un debate ideológico con el neoliberalismo, ya que este queda desacreditado y carece de legitimidad moral. El Obradorismo ha tomado valores del neoliberalismo y los ha convertido en los antivalores de su movimiento.
Esta moral clásica, reinterpretada y adaptada a la realidad mexicana, ha servido como brújula social para la evaluación de las autoridades e incluso como un método de control interno para regular la conducta pública de aquellos que se dicen afines al presidente.
El Obradorismo también funciona como un factor de identidad política. La afinidad de la clase obrera con los preceptos morales del Obradorismo logró borrar el clivaje político que dictaba el neoliberalismo, donde se asumía que el norte industrializado votaba por la derecha y el sur rural votaba por la izquierda. Desde 2018, las principales ciudades del norte, todas ellas manufactureras, son profundamente guindas (en referencia al partido político Morena, liderado por AMLO).
Este nuevo alineamiento electoral demuestra que, si bien el Obradorismo es receptivo a una izquierda progresista y liberal, no es exclusivo de ella. No debería sorprendernos que un maquilador profundamente católico del norte pueda compartir el mismo espacio político que una feminista de la Ciudad de México, siempre y cuando compartan el radicalismo moral del “por el bien de todos, primero los pobres”.
La importancia de llamarse AMLO radica en que sus principios seguirán siendo el criterio de la mayoría de los mexicanos para evaluar el actuar de sus líderes. Es poco probable que un presidente de México compre y vuelva a viajar en un avión privado.
Electoralmente hablando, está por verse si el apego ciudadano se trasladará de AMLO a su partido o si, una vez que el presidente se retire de la vida pública, esta tendencia se revertirá. Eso se verá en 2027, en la primera elección del siglo sin el activismo de AMLO.
El impacto que ha tenido AMLO en la política mexicana es profundo y se prevé que será duradero.